El ingreso de los hogares perdió en los últimos 4 años un 17% de su poder de compra (62% según el poder adquisitivo en dólares). En ese contexto, no debe llamar la atención que exista desde 2016 un descenso social generalizado. Esto se evidencia en la distribución del ingreso. Por caso, en el Gran Tucumán-Tafí Viejo se ha dado que siete de los 10 deciles en que se divide a la población, según los ingresos que perciben, se encuentran por debajo del valor de la Canasta Básica Total (CBT), esos $ 90.000 mensuales que, de no reunirlos, condena a una familia a ser considerada pobre.
Definir clases sociales es un trabajo complejo, porque influye no sólo el ingreso, sino la educación, rasgos culturales, aspiraciones. No obstante, se puede hacer un ejercicio de trazar ciertos niveles de ingreso y ver cómo se comportan a lo largo del tiempo, señala el economista del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa), Patricio Canalis. Según el especialista, en la Argentina para ser clase media en abril de este año se necesitaron $ 118.000 de bolsillo (para una familia tipo de cuatro personas). El 37% de los hogares no llega a ese número. A él llegan un 53%, y el 10% restante, que en estos parámetros sería la clase alta (con ingresos superiores a los $ 377.000), puntualiza el diagnóstico realizado por el instituto.
¿Qué sucedió en los últimos años para que la Argentina evidencie un deterioro tan pronunciado en el poder de compra de los salarios? Indudablemente, que el proceso inflacionario, que este año trepará al 70%, ha golpeado a todas las franjas sociales, aunque con distinta magnitud. En ese sentido, Canalis remarca que en los últimos cuatro años, se dieron procesos de descenso social en cadena.
•De punta a punta, la clase alta cayó 5 puntos.
•La clase media cayó 2 puntos (y el deterioro no fue mayor porque los hogares que antes eran clase alta pasaron a engrosar la clase media).
•A su vez, entre la clase media baja y la baja aumentaron 8 puntos
Los argentinos tienen una percepción natural a sentirse de una clase media tradicional que puede capear cualquier crisis que se le atraviese. Pero la tormenta perfecta dada, en un principio, por la pandemia de la Covid, sumada a cuestiones locales como el arrastre de una prolongada recesión económica con inflación y, ahora, el impacto global de la crisis bélica entre Rusia y Ucrania, que afectó el valor de la energía y de los alimentos, ha llevado al encarecimiento de los productos que toda familia requiere en su vida diaria.
Según Idesa, en estos últimos cuatro años, se observan fenómenos interesantes respecto a la identidad de la clase media:
•En promedio, sólo el 9% declaró recibir ayuda estatal (esto en las clases bajas llega al 56%). Y durante la pandemia hubo familias que por primera vez recibieron ayudas (con el IFE): se llegó a 21% de los hogares.
•Por otro lado, hubo dos gastos que se mantuvieron en todo el período a pesar del contexto adverso: el gasto en prepaga u obra social y el gasto en educación de los hijos. En promedio, un 94% de los hogares de clase media mantuvo al menos un miembro con cobertura. Y un 53% mantuvo al menos a uno de sus hijos en colegios privados.
¿Cuáles son las causas de este fenómeno? Detrás del deterioro social está, por un lado, la inflación y por el otro la precarización del mercado laboral. Ambos factores afectan los ingresos de los hogares.
“Para frenar esto, es necesario que las familias ganen más dinero. Para ello, es necesario que la sociedad en su conjunto comience a producir más y mejor. Y con los niveles actuales de inversión privada y educación de la población, resulta imposible”, subraya Canalis.